
Turdera, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Foto por: Gustavo Adrián Salvini
Me parece que llevar la productividad al extremo solamente “porque se puede” no tiene ningún sentido. Ese “sentido de urgencia” que promueven algunos pseudo-mentores o influencers del mundo emprendedor: ¿Es sostenible? ¿Tiene sentido?
O tal vez haya algunas personas que “nos quieren hacer sentir parte de algo más grande”, que en realidad se trata de un mundo que nos exprimirá como si fuéramos combustible para iluminar las habitaciones de otra casa, una que no es la nuestra.
Imagino la situación vista de lejos y siento que nos parecemos a esos pobres hámsters que corren en las rueditas cada vez más rápido para llegar a un señuelo inalcanzable, hasta desplomarse.
¿Somos Humanos o pobres hámsters? ¿Y si nos da muerte súbita por aplicar el sentido de urgencia más de lo razonable? Y lo digo literalmente, no es una metáfora, a veces para ser claro hay que ser un poco extremista con los ejemplos.
¿Productividad porque sí? ¿Solo porque están disponibles las herramientas para acelerar, hay que adoptarlas?
¿Y los sueños y anhelos que teníamos cuando chicos? ¿Y los proyectos personales? ¿Tan de lado los pensamos dejar?
¿No nos estaremos dejando hipnotizar una vez más? Se hablaba de los “espejitos de colores” en la “conquista” de América. ¿No es lo mismo esta vez, pero mucho más masivo e inmediato?
¿Y si en lugar de estar comprando y vendiendo hype todo el día, nos frenamos a pensar en otras métricas más valiosas? ¿Y si la verdadera productividad se midiera por “cuántas buenas acciones puedo hacer por día” o “cuánto impacto positivo puedo ofrecer a los demás”? Sí, ya sé, hay que generar ingresos, hay que “ganar plata”. Ok, lo entiendo, Yo también lo necesito. Pero me parece importante pensar estrategias de negocios para no deshumanizarnos, o pagaremos consecuencias que ni el dinero de todo el mundo podrá subsanar.
¿Les gusta estar rodeados de colegas hiper-productivos, hipnotizados por una veintena de sistemas, dashboards, CRM’s, bots y analíticas, creyéndose innovadores, únicos y suponiendo que están generando un “impacto”?
Un impacto también puede servir para abollarse uno mismo. E incluso a los que están cerca.
¿Y si en realidad estamos dentro de una cámara de eco (o “echo chamber”, que suena más cool) donde el sesgo de confirmación nos hace validar nuestras ideas sin contrastar con el mundo exterior?
En un mundo hiper-acelerado, donde permitimos que nos hagan creer que el propósito es producir, o que “tener tiempo para ir más lento y reflexionar es un lujo”, ¿cuánto nos estaremos alejando de esos sueños y anhelos de la infancia? No lo sabemos, porque no frenamos para mirar atrás, ni hacia adelante, y mucho menos para respirar hondo y vivir en el presente.
Acelerar así puede ser como tomar un camino asfaltado y en bajada, se siente lindo el vientito, se requiere poco esfuerzo y menos destreza para mantener el control que con baches, curvas y ripio.
¿Y si ese camino eso termina en un precipicio?
Pausa.